Una buena idea es coronar un mérito especial (una nota excelente, la iniciativa de ayudar en alguna tarea del hogar). Así, el niño asimilará la importancia de la dedicación y comprenderá que, para satisfacer un antojo, el esfuerzo silencioso vale más que toda pataleta. Saber decir no a los caprichos pasa también por un diálogo saludable. Más que una prohibición dicha de forma tajante y malhumorada, la comunicación siempre será el mejor camino para obtener respuestas positivas del niño y hacerlo recapacitar sobre sus desplantes y actitudes incorrectas.
Otra sugerencia es enseñarle a compartir. Como la mayoría de veces, los caprichos giran en torno a un objeto material, inculcarle valores como la solidaridad puede hacer la diferencia. Hagámosle saber que donaremos los juguetes y prendas que ya no utiliza e invitémoslo para que nos acompañe a estas instituciones benéficas. Con ello, tomará mayor conciencia de su entorno y, a la larga, advertirá la diferencia entre un antojo y una necesidad.
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Fuente: Pacífico Seguros. |