Frenar las rabietas de nuestros hijos exige una actitud firme y focalizada.

Los caprichos están presentes en el niño desde sus primeros años: su forma de ver el mundo hace que sienta el deseo de poseer determinado juguete o probar cierto alimento. Sin embargo, el problema surge al pasar los calendarios, cuando las demandas se tornan más conscientes y derivan del aprovechamiento, o sea de presionar para obtener aquello que se quiere. Si no se controlan a tiempo, estos caprichos pueden resultar extremos y desencadenar berrinches cada vez más frecuentes.

 
Una buena idea es coronar un mérito especial (una nota excelente, la iniciativa de ayudar en alguna tarea del hogar). Así, el niño asimilará la importancia de la dedicación y comprenderá que, para satisfacer un antojo, el esfuerzo silencioso vale más que toda pataleta. Saber decir no a los caprichos pasa también por un diálogo saludable. Más que una prohibición dicha de forma tajante y malhumorada, la comunicación siempre será el mejor camino para obtener respuestas positivas del niño y hacerlo recapacitar sobre sus desplantes y actitudes incorrectas.



Otra sugerencia es enseñarle a compartir. Como la mayoría de veces, los caprichos giran en torno a un objeto material, inculcarle valores como la solidaridad puede hacer la diferencia. Hagámosle saber que donaremos los juguetes y prendas que ya no utiliza e invitémoslo para que nos acompañe a estas instituciones benéficas. Con ello, tomará mayor conciencia de su entorno y, a la larga, advertirá la diferencia entre un antojo y una necesidad.

Fuente: Pacífico Seguros.


 
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