El cuerpo de un recién nacido es un organismo frágil y, como tal, está a la merced de riesgosas enfermedades causadas por virus o bacterias que pueden dejar graves secuelas. Por ello, es vital que los padres estén al tanto de las fechas de vacunación del niño, ya que no existe mejor manera de asegurarle un futuro saludable. Básicamente, las vacunas están compuestas de una cantidad pequeña y debilitada (o muerta) del virus que se busca combatir.


 
  Esta reducida manifestación del virus pone en alerta el sistema inmunológico del niño y le enseña a defenderse de forma anticipada de enfermedades infecciosas, como la poliomielitis, el sarampión, la hepatitis B, entre muchas otras. Por ello, no hay que temer si al bebé le sobrevienen ligeras fiebres.

 


Si esto sucede, se aconseja colocarle pañitos de agua fría en la axila, la frente, el abdomen, los muslos y pies, y si este síntoma se mantiene, lo adecuado es darle paracetamol en gotitas. El bebé también puede presentar una ligera hinchazón en el lugar del pinchazo. De ser así, aplicarle un paño frío en la región inflamada.

Afortunadamente, tanto la fiebre como la hinchazón son síntomas muy pasajeros. Las vacunas se comienzan a aplicar a los pocos días del nacimiento, continúan regularmente entre los cuatro y cinco años de edad, y terminan con la aplicación de los refuerzos hasta los diez años. Debido a lo prolongado del proceso, los padres deben estar al tanto de las fechas para no dejarlas pasar.
 
 
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